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Corazón de Murrina
Todos de alguna forma disfrutamos lo clásico: elegante, maduro, imperecedero. Pero quién no se divierte chapuceando con libertad de inspiración, rompiendo inimputable con normas y usos. Ese es el espíritu “Art Noveau” de este trabajo casi sino estrafalário. Color, brillo y movimiento llevan a ese espacio semi-mágico en el que fue imaginado.
De qué sirve que se defina como portalapicero con esteca y brocha de pintor si su función casi que no importa… Esculturalmente decorativo, la riqueza visual es suficiente y deleita a puro color. Cerámica de barro horneado, azulejos, murrinas italianas y un corazón reinterpretado enviado hacia el cielo con permiso para soñar.
Pato Mandarín
El Pato Mandarín es una hermosa especie del este de Asia (Rusia, China, Japón). El plumaje de la hembra es sencillo mientras que el del macho es como en el mosaico, pintoresco y llamativo. En China simboliza la fidelidad en la pareja y la buena fortuna.
Oro, brillo, luz… y un poco de F.O.R.T.U.N.A , en este cuadro 43.5 cm x 48.5 cm realizado en mosaiquismo con Smalti y Murrinas italianas auténticos y azulejos.
Flores de Fuego
De la misma tierra que nacemos nace también de lo profundo la más cálida cerámica. Y con ella nacen ideas y sueños y esos caprichos florales.
Maleable, plástica, de corazón amistoso y de fuego, es el barro bíblico más primitivo que no miente. Simple y original en su símbolo, es madre como la tierra misma que escribe cada partícula de la que está compuesta.
Tú despiertas los recuerdos de la arcilla que ha sido roca cuando el agua amasa tus manos recorriendo sus moléculas. En comunión con lo más elemental se duerme tu recuerdo y huérfano de gloria te has mudado ese momento a su recuerdo. No sabes ya entonces si eres tú el autor que le da forma o si con ella la forma te encuentra a ti… sabes sí, el crédito es de ella.
El resto de la historia es muy ancestral en la memoria. La escribe el fuego que con su aliento de volcán la endurece, la calienta y le da nombre.
Cristo de Ravenna
REPLICA DEL CRISTO PANTOCRATOR DE SAN APOLINAR DE RAVENNA, ITALIA S.VI
Réplica del mosaico situado en los muros de la Basílica de San Apolinar de Ravenna la cual, debido a la importancia y riqueza decorativa de los mosaicos que se conservan en ella, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El Cristo vestido como sacerdote greco-romano y rey es un excelente representante de la técnica musiva del arte Bizantino de la 1ra Edad de Oro, de inspiración religiosa y destacada riqueza ornamental y suntuosidad. El cesaropapismo reinante en el Imperio Romano de Oriente se caracteriza por dicha suntuosidad combinando lo sagrado y lo terreno. En dichas expresiones artísticas bizantinas resulta interesante la curiosa confluencia de aspectos helenístico-griegos, romanos y orientales (árabe y persa)
Entre otras características de la iconografía del arte bizantino standard, los “tesserae” dorados son utilizados como fondo en las composiciones, tal como lo observamos en este Cristo. No sólo ofrecen un acabado suntuoso por su luminosidad acorde a las aspiraciones imperiales de la época, sino que utilizados de esta manera simbolizan lo etéreo representando lo inmaterial celestial: el espacio se abre, expande y eleva. Los “tesserae d’oro” son fabricados con una delgada hoja de oro puesta en sandwich entre un soporte de vidrio generalmente transparente, y una delgada capa protectora de vidrio.
El proyecto de esta réplica del Cristo de San Apolinar de Ravenna fue realizado en los talleres del renacentista Duomo Orsoni en Venecia, donde se enseña teoría y práctica del antiguo arte musivo. Con mucha concentración y estudio junto a mosaiquistas de renombre se utilizaron los famosos “smalti” italianos fabricados artesanalmente allí mismo. En particular, para las tonalidades y esfumado en el rostro -tan difícil de trabajar con mosaicos- se seleccionó una gran variedad en las distintas gamas para conseguir efectos de movimiento, profundidad y sombras. Un placer trabajar con estas opciones: inspiración, técnica y manejo de materiales originales de nobilísima calidad en una hermosa experiencia.
Creyentes o no, el Cristo de San Apolinar es una joya que nos transporta de modo pintoresco a la época. El trabajo de 60 cm x 40 cm fue realizado por Toli Figueroa como una linda forma de rendir tributo a dicha maravilla.